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martes, 26 de julio de 2011

El increible caso, Parte I

Sepp Leitner arrendó una habitación de 30 Metros cuadrados en Amstetten, Australia, a principio de los años 90. El perro de Leitner adquirió la extraña conducta de ladrar frente a la puerta del sótano, lo hizo cada día durante los cuatro años en que mantuvo el contrato de alquiler de su trémula habitación. El propietario era un extraño hombrecillo, de mirada demoníaca, que vivía en el enorme caserón, donde se ubicaban varios apartamentos y habitaciones arrendadas a familias y particulares.

Leitner se acercó en algunas oportunidades al hermético propietario, explicándole que las facturas de electricidad eran un poco elevadas, para ser una simple habitación, donde solo residía él y su mascota, pero Josef, el propietario, se negó a dar explicaciones, Sepp dio el caso por concluso, y continuó cancelando elevadas facturas eléctricas durante la totalidad del tiempo en el que residió en la casa de Josef Fritzl.

Josef Fritzl, era un Ingeniero eléctrico, respetado en su comunidad, un vecino perfecto, un dulce ancianito admirable, de estatura baja y mirada misteriosa, que mantuvo devotamente a tres nietos abandonados por su hija Elisabeth, quién huyó de su casa a los 18 años, para incursionar en una especia de secta religiosa durante los años 70, y que a lo largo de los años jamás se comunicó con su familia, excepto en las oportunidades en que depositó a sus hijos recién nacidos frente a la puerta del hogar de sus padres, con simples cartas donde explicaba que no podría cuidar de ellos, de modo que el anciano Fritzl usaba el dinero de los alquileres para mantener a estos niños huérfanos, a quienes tuvo que adoptar como propios. O al menos así fueron relatados los hechos por cerca de 24 años.

En el año 2008, una mujer de apariencia extraña irrumpe en un hospital en Amstetten, con una adolescente en brazos, la cual padecía una enfermedad extraña, que estaba por arrancarle la vida. Esta mujer tenía el cabello blanco, encanecido, todos sus dientes deteriorados, y piel tan pálida, como si no hubiera visto la luz del sol en muy largo tiempo, vestía harapos, y carecía de cualquier cuidado de que podría disfrutar una mujer de este siglo. Lo mas impactante es que su acompañante era Josef Fritzl. Esa noche Elizabeth confesó algo que cambió la vida de Australia, y la vida de cualquier persona que haya podido conocer su historia.

Continuará  

4 comentarios:

  1. yo conozco esto. me lo contaste tu de hecho

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  2. Interesante tu historia, tiene mucho gancho asi que estoy esperando desde ya el segundo capitulo y los que vengan. Sigue asi. =)

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  3. El cercelero de Amstetten...¡vaya monstruo!

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  4. Sbach Si, alguna vez te conté.
    Cristandinho! Gracias por leer, seguiré.
    Jotitaaa, que maravilla que me leas, muchas gracias, sigue la historia, ya se que te la sabes..

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