Con el agua hasta el cuello.

Los países tropicales disfrutan de un clima usualmente cálido y benevolente, con sólo un par de temporadas en el año, (la sequía y la lluviosa).Venezuela no escapa a estas características, duran aproximadamente seis meses cada una.

Extrañamente nuestra última temporada de sequía fue demasiado larga, y la época lluviosa del año pasado, fue prácticamente inexistente, al punto tal, que nuestros mayores embalses se vieron seriamente afectados, y en consecuencia tuvimos recortes en el servicio eléctrico, y otros inconvenientes, como multas, escasez de agua, así como la regulación del suministro a nivel nacional.

El súper calor que azotó a Venezuela durante esa extensa sequía, tenía a los caraqueños consternaos, así como la contaminación en el aire, debida en gran parte a que el último pulmón vegetal de Caracas se estaba quemando, literalmente, bajo el sol inclemente y la falta de lluvia. Muy tardías las primeras gotas de éste año comenzaron a caer, al principio escasas, ridículamente tímidas, en ocasiones aisladas, yo particularmente me alegré muchísimo, volvieron a abrir el Ávila, cesaron los recortes de agua (aun que las multas aun continúan) y parecía que las cosas se comenzarían a normalizar.

Lejos de eso, esta tímida lluvia de Agosto se fue envalentonando y se tornó cada vez mayor y más duradera. Hemos tenido un verdadero “November Rain” (Mis amigos amantes de la buena música deben haber sonreído), lo ciertísimo es que durante las últimas dos semanas y el principio de Diciembre Venezuela se ha visto seriamente afectada por las lluvias, una sucesión de tormentas interminables ha caido sobre nuestro territorio, afectándonos profundamente.   

En las últimas semanas Venezuela se ha visto sumergida en una ola de lluvia continua, que lleva un saldo de 34 decesos hasta el día de hoy, a demás de 73000 afectados. Las personas que han perdido sus enceres, muebles, electrodomésticos, vehículos, son los más afortunados, debido a que existen familias enteras que han perdido hasta sus propios hogares.

Aquellos a quienes la suerte les ha dado la espalda, o simplemente han sufrido las consecuencias de no tener dinero para adquirir una vivienda minimamente apta para vivir, (lo cual es mucho decir, puesto que comprar un departamento en Caracas es misión imposible para un número gigantesco de personas.) Ahora se ven en un grandísimo aprieto, una situación tan miserable y deprimente que exprime las lágrimas del más plantado.

Las opciones de estas familias son escasas. Existen refugios y albergues improvisados, insalubres y donde los afectados deben amontonarse, improvisar paredes con sábanas, dormir al lado de cientos de desconocidos, sin espació privado y con “áreas comunes” de las que nadie quiere compartir con un extraño, como el baño y la cocina.

Una vez la familia entra ahí, tiene poca esperanza, (aún existen damnificados de la tragedia de Vargas de 1999). Sus opciones son las mismas que antes de la pérdida:

1.- Comprar una casa nueva: lo cual es una cosa prácticamente imposible.

2.- Pedir la condolencia de algún familiar, que le tienda la mano y le permita vivir en su hogar por un tiempo.

3.- Solicitar ayuda al gobierno, y esperar por una ayuda que seguramente no llegará nunca.

4.- Volver a “montar” el ranchito de tablas y zinc en el mismo barrio donde la lluvia se llevó lo poco que tenían unos años antes, debido a que las opciones anteriores fallaron.

Las lluvias no cesan, los centros de acopio se multiplican, las personas desean colaborar, seguramente en un tiempo comenzaremos a recibir ayuda internacional, aun así yo me pregunto ¿Dónde están los millones de dólares que entran diariamente a nuestro país en concepto de venta petrolera al mundo?, ¿Por qué los venezolanos deben improvisar casas de tablas en lugares inseguros a causa de la pobreza?.

Son muchas las preguntas que surgen en mi cabeza a raíz de las situaciones que debemos enfrentar casa día, un ¿Por qué? Tras otro, y mientras tanto, el agua hasta el cuello.